9 de diciembre de 2025

García Márquez y su relación con el cine (2/2)

En 1983, durante la filmación de “Eréndira” basada en su cuento “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada” -el que, según el propio García Márquez, fue escrito originalmente para el cine-, el colombiano escribió para la revista mexicana “Plural” una serie de breves artículos en los que indagó sobre la relación entre cine y literatura. A continuación, algunos de ellos:

LA IDEOLOGIA EN RELACION A LA CREACION ARTISTICA
Yo tendría que empezar por una definición que no sé si es demasiado personal para poder explicar lo que quiero decir. Creo que la ideología no es más que la concepción que el creador tiene del mundo. Entonces es inevitable que la ideología condicione e influya en la creación artística. Lo que sucede es que hay escritores y directores de cine y artistas en general, que no confían mucho en su vehículo de expresión y entonces tratan a cada paso de ser demasiado explícitos en cuanto a cuál es su ideología, y crean episodios y capítulos completos destinados a que no quepa ninguna duda de cuál es su ideología y descuidan el problema principal como es el de la creación, el de la expresión del mundo personal. Esto, lamentablemente, donde más ha ocurrido es en lo que se llama "él arte comprometido", que termina por crear cátedras ideológicas antes que verdaderas obras artísticas. En mi caso personal, yo me preocupo, porque yo tengo mi concepción del mundo, yo veo el mundo y trato de contar el mundo que veo y cómo lo veo. Y creo que ahí va implícita, y no sólo va implícita, sino que todo eso está sustentado por la ideología. Y que no se equivoquen los que traten de disfrazar su ideología en la creación literaria o artística en general, porque de todas maneras la ideología se ve, la ideología sale y el fascista, por ejemplo, que trata de decir que no lo es en la creación, por algún lado le sale, de todas maneras, se le ven las orejas. De manera que yo no me preocupo mucho porque se vea de una manera demasiado concreta mi ideología en lo que estoy escribiendo. Yo trato de ser sincero con lo que estoy contando, trato de ser fiel, coherente con mi mundo y estoy tranquilo porque ahí va implícita mi ideología.
 
LA IMAGEN INICIAL

Casi siempre, el origen de mis historias es una imagen: una imagen cuyo final casi nunca tiene que ver con el resultado último. Pero, curiosamente, en “Eréndira” la imagen original está prácticamente intacta en toda la historia. Eso ocurrió hace muchos años. Yo estudiaba bachillerato; tendría unos catorce o quince años, y encontré en un pueblo un burdel ambulante. Es decir, una señora, una proxeneta, que había logrado ligar las fiestas patronales de todos los pueblos de una región, y entonces iba de uno a otro llevando un burdel, un grupo de mujeres, que a veces se instalaban en una carpa como de circo, con compartimientos internos y a veces simplemente alquilaban una casa muy grande. En este caso era una carpa. Yo noté en una ocasión que había una cola mucho más grande que las otras y pregunté qué pasaba. Entonces me explicaron que era una muchachita de no más de once o doce años, que había sido prostituida por un tendero a cambio de una bolsa de caramelos o algo así y que esta mujer la había enrolado y tenía un gran éxito... Era realmente la vedette de ese burdel ambulante. Me impresionó muchísimo esta visión. Con el tiempo la proxeneta se transformó en abuela, y lo curioso de esta historia es que no pensé jamás que la escribiría como novela, porque desde el primer momento la vi como una historia visual. Desde el primer momento pensé que era una historia exclusivamente para el cine y por consiguiente yo no debía tratar de darle una transposición literaria. Y por eso empecé a trabajarla como guion, y fue primero guion antes que novela o cuento. Si te pones a pensar, la gestación de esto debió durar unos veinte años, más doce que pasaron entre el primer tratamiento para el cine y la realización de la película, pues... es una historia antigua.
 
LA ADAPTACIÓN LITERARIA

“Eréndira” se transformó en novela porque siempre es más fácil escribir una novela que filmar una película: pasaron unos cuatro años desde que el guion estuvo terminado y la producción no se armaba. Hubo un momento en que casi me desesperé. Era una lástima que esta historia, simplemente porque yo me empeñaba en que fuera cinematográfica y no literaria, pues no se fuera a conocer. Entonces me senté y la escribí, pero en realidad lo que hice no fue tratarla literariamente, sino que hice una adaptación literaria del guion. Es decir, casi todo el proceso contrario al de adaptar una novela al cine, pues era adaptar un guion a la literatura. Si yo tuviera que reescribir esta historia, realmente como una concepción literaria, me pregunto si no sería completamente distinta; pero sí, bastante distinta. Es que en el cuento casi casi se ven los emplazamientos de cámara, el montaje, todos los elementos cinematográficos que yo había tenido en cuenta para el guion y que no me tomé el trabajo de borrar o eliminar en la literatura. Yo te diría más bien que se trata de una “literaturalización” del guion y no de un desarrollo literario de la misma historia. Esa es una diferencia que para mí resulta muy neta, la de cine y literatura, y el ejemplo de “Eréndira” es muy bueno. Hay un ejemplo, anterior, guardadas todas las proporciones, que es el de “El tercer hombre”, de Graham Greene. El mismo en el prólogo, cuenta cómo fue primero, cómo lo trabajó con el director (Orson Welles) y cómo después decidió hacerlo cuento. Cuando uno ve la película y lee el libro se da cuenta de la gran diferencia que hay entre cine y literatura y cómo sí hay algunos canales de comunicación, pero que son dos géneros totalmente distintos.
 
AUTONOMIA DEL CINE
Ya lo he dicho en otras ocasiones y vuelvo a reafirmarlo: que el cine no será un arte autónomo, mientras no logre liberarse de la literatura y esta dependencia actualmente es muy grande. Es decir, esto de no poder hacer una película mientras no haya una base literaria terminada es bastante grave para la autonomía del cine. Y esto es mucho más grave, por supuesto, en los Estados Unidos, donde el director o la mayoría de los directores no tienen ni siquiera participación en la elaboración del guion, sino que éste es escrito entre un escritor y los delegados de producción, y el director termina simplemente por ser el realizador de una norma escrita, de la cual le es casi imposible desviarse. En Europa y particularmente en el cine primario latinoamericano, dado que los sistemas de producción no son tan rígidos, tan “profesionales” como los de Hollywood, el director goza de un gran margen de independencia. Pero, de todas maneras, mi idea es que mientras el director no esté en condiciones de hacer su película, es decir, concebirla y realizarla guiado por unas notas y crearla realmente durante la filmación, el cine será un arte dependiente de la literatura y yo creo que eso está mal.
 
NO CONFUNDIR LOS GENEROS

Ni el cine, ni la literatura ni el teatro están ligados entre sí, porque son tres géneros completamente diferentes; y hay que distinguirlos. Esta confusión es precisamente lo que se presta a que cada vez que aparece una novela que parece muy buena, los productores le caen encima para hacerla en cine. Es como si nosotros, novelistas, cada vez que vemos una película que es muy buena, tratemos de adquirir los derechos para hacer la novela. Y esto es algo que se hace en Hollywood. Contratan una historia y a su vez contratan la posible novela que se puede hacer de esa historia. Tengo un ejemplo: yo vendí la opción de una historia original para el cine a un productor de Hollywood y él quería incluir dentro del contrato el derecho de hacer luego una novela a partir de la película y que no fuera escrita por mí, sino por un especialista en novelas extraídas del cine. Y esto para mí es un caso más de corrupción, de corrupción artística. Yo estoy en contra de este sistema. En contra de que cuanta novela sale buena hay que hacerla en cine. Yo no sé si me equivoco, pero no recuerdo una buena película de una buena novela, y en cambio sí recuerdo muy buenas películas hechas de malas novelas. En el caso concreto de mis libros, me he resistido siempre a que se filmen, porque tengo una noción muy clara de las diferencias entre cine y literatura. Con “Cien años de soledad”, por ejemplo... yo prefiero que los lectores sigan imaginándose a los personajes como se los imaginan: como sus tíos, sus abuelos o como alguien que conocieron e idealizaron y al mismo tiempo crearon una imagen de mis personajes. Yo creo que el relato pierde mucho en el momento en que se muestra en la pantalla y que la imagen, que es mucho más impositiva que la letra escrita, al imponerse al espectador, le dice: no, cuidado, el personaje no era como tú lo imaginabas, sino que es así, y tiene la cara de este actor. A mí me parece que esto destruye por completo el valor literario de la novela. Yo tengo la vocación de contador de cosas. Esa es mi vocación real. Entonces, yo cuento lo mismo en cine, que en periodismo o que en novela, pero cada vez en cada uno de los géneros. No hago confusiones. Por lo tanto, lo que les digo a todos mis amigos directores de cine, cuando me piden que hagamos un libro mío en cine, es no, esos libros son literatura y ahí están; ahora, si quieren que hagamos cine, yo tengo historias que creo que son más aptas para el cine y podemos trabajarlas directamente para el cine. Pero, de todas maneras, si un director necesita de mi historia literaria para hacer su película, no hace más que continuar con la servidumbre del cine a la literatura, contra lo cual creo que hay que luchar porque va en desventaja del cine.
 
LOS REALISMOS

Una escritora norteamericana acaba de publicar un libro sobre su visita a El Salvador y empieza diciendo que, al llegar a ese país, ella, que pensaba que García Márquez era un realista mágico, se dio cuenta de que en realidad era un realista social. Y coincide exactamente con lo que me canso de decir. Que lo que parece mágico no es más que las peculiaridades de la realidad latinoamericana. A cada paso, nos encontramos con cosas que a los lectores de otras culturas parecen fantásticas y que para nosotros son la realidad de todos los días. Pero yo creo que se trata no sólo de nuestra realidad sino también de nuestra mentalidad, de nuestra propia cultura. Nosotros estamos dispuestos a creer en la existencia de una realidad que va mucho más lejos de donde la han limitado los racionalistas. Los racionalistas llegan a un punto en que se dan cuenta de que está sucediendo algo, incluso lo ven, saben que existe, y sin embargo lo niegan, porque no cabe dentro de sus normas, porque rompe sus fronteras y entonces dicen que es algo misterioso y que necesita una explicación científica, porque su método de interpretación es mucho más limitado que el nuestro. Nosotros, que hemos recibido influencias de todas partes y que estamos hechos, como se dice, con desperdicios del mundo entero, somos mucho más amplios y nuestra capacidad de captación es mucho más ensanchada, de tal suerte que entendemos por realidad, realidades reales; cosas que a otros parecen fantásticas y que tratando de explicarlas le han encontrado el calificativo de realismo fantástico o de realismo mágico. Para mí es simplemente realismo. Yo, personalmente, creo que soy un realista social. Yo no soy capaz de imaginar nada, no soy capaz de inventar nada. Yo me limito a lo que veo y lo cuento.
 
POR QUE ES VERDE LA SANGRE
Después de lo que acabo de decir, no me queda más remedio que reafirmarlo: la sangre verde de la abuela es verde... porque era verde. Al morir la abuela descubrimos que su sangre no era roja, sino verde. Yo pensé que una mujer dentro de nuestra lógica cotidiana, dentro de la concepción que tenemos del mundo, una mujer que tiene tantas cosas diferentes como es esta abuela, no tiene nada de raro que tenga la sangre verde. Sólo que tenemos el valor de decirlo o escribirlo... esto siempre que tengamos la capacidad de hacerlo creer. Porque el gran problema de la creación es que tú puedes decir lo que quieras, siempre que seas capaz de hacerlo creer. Cuando tú dices que esta sangre es verde, es porque ya lo creíste. No me has dicho en ningún momento: “eso es un absurdo”, porque nadie tiene la sangre verde. Simplemente me preguntas por qué es verde, ya lo creíste... pues era verde. Y respecto del problema de la doble lectura, diré que he llegado a ella inconscientemente, tratando de hacer esta transposición poética de nuestra realidad. Y encuentro que en mis libros coexisten distintos niveles de lectura y creo que a eso se debe que los puedan leer tanto un taxista como un miembro de la Academia.
 
EL AMOR O LA MUERTE

Eréndira apela a cualquier recurso para lograr su liberación. Se vale de cualquier recurso para lograrlo, y eso no está muy disimulado en la novela. Se vale inclusive del amor para llegar a la liberación. Eréndira lo que busca es su liberación a toda costa. No es capaz de matar porque probablemente piensa que la muerte no sería tan liberadora como el amor, que puede ser mucho más fuerte como fuerza liberadora que la muerte misma. Entonces ella no se ensucia las manos.
 
LAS INFLUENCIAS
Uno aprende a escribir con los otros escritores. Yo siempre he dicho que uno aprende a escribir leyendo y escribiendo. Que nadie le enseña a uno sino los otros escritores. El mundo de Faulkner, su mundo geográfico y cultural, tiene mucho que ver con el mío, por lo menos con el que a mí me interesaba contar. A uno se le olvida que Faulkner es prácticamente un escritor del Golfo de México. Yo lo tengo como un escritor del Caribe. Y lo que él me dio es una estética. Para mí, la estética no es más que la voz con que se canta. El me enseñó con qué voz había que cantar ese mundo. A Faulkner le dieron el Premio Nobel precisamente en el momento en que yo estaba descifrándolo para que me enseñara a descifrar mi mundo. Es probable que su influencia se notara en mis primeras obras. Lo que es curioso es que ahora yo no podría leerlo, porque lo usé para lo que necesitaba en un comienzo y hoy sé que le sobran muchas cosas que ya no me interesan. Otro autor que me enseñó con qué voz había que cantar en el mundo del Caribe y que me ayudó mucho es Graham Greene, que no es un escritor nuestro, sino un escritor prestado. Un escritor que ha venido y nos ha visto muy bien y nos ha enseñado cómo descifrar el trópico, cómo descifrar el Caribe. En tanto que Rulfo... sí es un escritor de nuestro mundo. Ahora bien, con Rulfo hay que tener mucho cuidado. “Pedro Páramo” es un libro mucho más profundo y mucho más misterioso y muchísimo más de todo lo que hemos dicho hasta ahora. Rulfo es el único escritor que yo conozco que en “Pedro Páramo” da la impresión real e ineludible de que estuvo en la muerte y volvió para contárnoslo. Para mí esto es definitivo.

Tras todas estas elucubraciones, en agosto de 1987 escribió en “El Espectador”: “En mis tiempos libres no me queda más remedio que escribir novelas”.

8 de diciembre de 2025

García Márquez y su relación con el cine (1/2)

Gabriel García Márquez (1927-2014) estudió cine durante la década del '50 en el Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma, junto con futuros prestigiosos directores de cine hispanoamericanos como el argentino Fernando Birri (1925-2017) y los cubanos Julio García Espinosa (1926-2016) y Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996). Muchos años después declararía que “desde aquellos tiempos hablábamos del cine que había que hacer en América Latina, y de cómo había que hacerlo, y nuestros pensamientos estaban inspirados en el neorrealismo italiano, que es el cine con menos recursos y el más humano que se ha hecho jamás. Pero sobre todo, ya desde entonces teníamos conciencia de que el cine de América Latina, si en realidad quería ser, sólo podía ser uno”.
Las películas del director italiano Vittorio de Sica (1901-1974) “Ladri di biciclette” (Ladrón de bicicletas) y “Miracolo a Milano” (Milagro en Milán), ambas emblemáticas del neorrealismo italiano, impactaron profundamente su visión del realismo y la fantasía, algo que ejercería una gran influencia en su estilo literario. Por esa época, anhelaba convertirse él mismo en director y durante un tiempo vivió su vocación como crítico cinematográfico en varios periódicos colombianos, entre ellos "El Espectador" de Bogotá, “El Heraldo” de Barranquilla y “El Universal” de Cartagena.
Su primera incursión en el ámbito del cine fue en 1955 como tercer asistente del realizador Alessandro Blasetti (1900-1987), en la comedia “Pecatto che sia una canaglia” (La ladrona, su padre y el taxista), para luego continuar en México, donde en 1964 escribió el guión de “El gallo de oro” de Roberto Gavaldón (1909-1986), y proporcionó el argumento a “En este pueblo no hay ladrones” de Alberto Isaac (1923-1998). Un año después compartió con Carlos Fuentes (1928-2012) el guión de “Tiempo de morir” de Arturo Ripstein (1943), para quien volvería a ser guionista en “Juego peligroso” de 1966. Luego siguió con “Patsy mi amor” de Manuel Michel (1928-1983), “Presagio” de Luis Alcoriza (1918-1992), “La viuda de Montiel” de Miguel Littín (1942), “María de mi corazón” de Jaime Humberto Hermosillo (1942), “El año de la peste” de Felipe Cazals (1937-2021) y “Eréndira” de Ruy Guerra (1931).
Inspirados en sus relatos se filmaron varias películas, entre ellas “El mar del tiempo perdido” de la directora Solveig Hoogesteijn (1946), “Crónica de una muerte anunciada” de Francesco Rosi (1922-2015) y la serie “Amores difíciles” comprendida por “Fábula de la bella palomera”, “Milagro en Roma”, “Cartas del parque”, “Un domingo feliz”, “El verano feliz de la señora Forbes” y “Yo soy el que tú buscas”, dirigida por los directores Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996), Jaime Humberto Hermosillo (1942-2020), Jaime Chávarri (1943), Lisandro Duque (1943), Olegario Barrera (1947) y el citado Ruy Guerra.
En 1989 se realizaron otras dos películas con argumento del novelista: “Un señor muy viejo con unas alas enormes” de Fernando Birri (1925-2017) y “Me alquilo para soñar” del susodicho Ruy Guerra, a las que siguieron en 1996 “Edipo Alcalde” de Jorge Alí Triana (1942) -escrita por García Márquez-, en 1999 “El coronel no tiene quien le escriba” del mencionado Arturo Ripstein, en 2001 “Los niños invisibles” de Lisandro Duque Naranjo (1943), en 2006 “El amor en los tiempos del cólera”de Mike Newell (1942), en 2009 “Del amor y otros demonios” de Hilda Hidalgo (1970), en 2012 “Memoria de mis putas tristes” de Henning Carlsen (1927-2014), y en 2022 “Noticia de un secuestro”, una miniserie de seis capítulos dirigidos por Andrés Wood (1965).
Hacia fines de 1985, estando en Cuba, fundó en La Habana la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL) y en San Antonio de Los Baños la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV), al tiempo que llevaba ya algunos años escribiendo guiones. A la pregunta que le hicieron por entonces en una entrevista sobre cuál era la misión de esas instituciones, respondió: “A mí me hacen mucho una pregunta: ¿qué interés político hay detrás de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, qué interés político hay detrás de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños? Les contesto: el interés político no está detrás, está delante. Es decir, el desarrollo del cine latinoamericano es hoy una necesidad cultural cuyo valor político es indudable: en primer término contribuye al desarrollo de la cultura en América Latina, a la divulgación de la cultura latinoamericana, a la integración de la América Latina, al sentido de independencia, de autonomía creativa de la América Latina, a la búsqueda de la identidad de los países de América Latina, a que sea un cine único el cine latinoamericano, que sea uno, a pesar de que cada país conserve sus características propias. Un cine único y un mercado latinoamericano. Debe haber un cine latinoamericano en el que cada país tenga su propia identidad. Pero que sea un sólo cine, un sólo mercado”.
En otras entrevistas a lo largo de los años habló de su relación con el cine. Así, por ejemplo, manifestó: “Estuve en una encrucijada de vocaciones. Estudié Derecho y lo interrumpí. En algún momento pensé que podría ser director de cine, siempre me ha gustado el cine, hasta el punto de que lo único que he estudiado sistemáticamente fue en una escuela es el cine. Nunca estudié literatura en ninguna escuela, ignoro por completo las leyes de la gramática castellana, escribo de oído, pero hice mi curso de Dirección de Cine lo mejor que pude en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma. Hice la carrera completa. Pero me di cuenta luego de que es un trabajo muy duro, sobre todo porque no sólo el cine depende de la literatura, sino también depende demasiado de un aparato industrial del cual no depende tanto la literatura. Entonces me encontré con que era verdaderamente muy difícil y muy complicado expresarse uno personalmente e individualmente en cine y me quedé en la modesta soledad de la literatura”.
En otra ocasión afirmó: “La gran revelación del cine fue para mí el neorrealismo italiano, especialmente el guionista Zavattini. Él creó un cine que era barato, sentimental y muy simple, pero muy buen cine. Esa fórmula, siempre me ha parecido, es la gran fórmula para América Latina. El día que el cine se identifique con la realidad del país, del continente, ese día la gente irá a verlo y los distribuidores se desnucarán por exhibirlo”. Además de su admiración por Cesare Zavattini (1902-1989), destacado por su colaboración con el director Vittorio De Sica (1901-1974) con quien realizó películas tan valiosas como “Ladri di biciclette” (Ladrón de bicicletas), “Miracolo a Milano” (Milagro en Milán) y “L'oro di Napoli” (El oro de Nápoles), García Márquez también mostró su fascinación por Akira Kurosawa (1910-1998), el director de cine japonés célebre por películas como “Rashōmon” (Rashomon),Akahige” (Barbarroja) y “Shichinin no samurai” (Los siete samuráis).
“Soy un kurosawiano de muchos años -aseguró-, siempre lo he seguido. Es, no lo dudo, el más grande director que ha dado el cine. He visto ‘Barbarroja’ seis veces en veinte años, y le hablé de ella a mis hijos casi todos los días hasta que pudieron verla. Así que no sólo es la película de Kurosawa que más nos gusta a mí y a la familia, sino una de mis favoritas en toda la historia del cine. Dentro de la película hay dos escenas extremas en relación con la totalidad de la obra de Kurosawa, y ambas son inolvidables: una es el hermoso episodio de la ‘Mantis religiosa’ y la otra es el pleito a golpes de kárate en el patio del hospital. La fe que le tengo al ser humano se la debo en gran parte a las películas de Kurosawa”.
En julio de 1967, dos meses después de publicar “Cien años de soledad”, García Márquez, aseguró que “escribir para el cine exige una gran humildad. Esa es su gran diferencia con el trabajo literario. Mientras el novelista es libre y soberano frente a su máquina de escribir, el guionista de cine es apenas una pieza en un engranaje muy complejo y casi siempre movido por intereses contradictorios. El cine y la literatura son una especie de matrimonio mal avenido: no pueden vivir ni juntos ni separados”. Indudablemente “Cien años de soledad” fue la obra maestra de García Márquez, la cual fue traducida a medio centenar de idiomas convirtiéndose en una de las novelas más traducidas y leídas a nivel mundial, con millones de copias vendidas desde su publicación.
Un par de años después, en 1969, el actor mexicano-estadounidense Anthony Quinn (1915-2001) le ofreció un millón de dólares por los derechos de esa obra para llevarla al cine, pero el escritor rechazó la generosa oferta. En una de sus columnas en “El Espectador” escribió: “Anthony Quinn, con todo y su millón de dólares, no será nunca para mí ni para mis lectores el coronel Aureliano Buendía. Yo deseo que la comunicación con mis lectores sea directa, mediante las letras que yo escribo para ellos, de modo que ellos se imaginen a los personajes como quieran, y no con la cara prestada de un actor en la pantalla”. También el director italiano Francesco Rosi (1922-2015), el brasileño Glauber Rocha (1938-1981) y el estadounidense Francis Ford Coppola (1939) sucesivamente intentaron convencerlo de lo mismo, pero siempre se negó.
Años después, en 1988, en una entrevista realizada en Cuba explicó que la familiaridad de sus personajes le hizo reafirmarse en su posición de no permitir la adaptación de la novela a una filmación. “Los lectores de ‘Cien años de soledad’ y de todos mis libros en general, me dicen: ‘mira, a mí me gustó tu libro, porque Úrsula Iguarán se parece mucho a mi abuelita; porque Amaranta es igualita a una tía que yo tenía; porque el coronel Buendía era igualito al papá de un amigo…’ entonces tú sientes que están viviéndolo… En cine no se puede. En cine tienes la cara de Anthony Quinn, de Sofía Loren, de Robert Redford. Eso es inevitable y es muy difícil que un abuelito de nosotros se parezca a Robert Redford. Prefiero que mis lectores sigan imaginándose mis personajes como sus tíos y mis amigos y no que queden totalmente condicionados a lo que vieron en pantalla”.
Más adelante, en 1991, en una entrevista que le hicieron en la cadena de radiofonía colombiana “Caracol Radio” insistió: “La razón por la cual no quiero que ‘Cien años de soledad’ se haga en cine es porque la novela, a diferencia del cine, deja al lector un margen de creación que le permite imaginarse a los personajes, a los ambientes y a las situaciones como ellos creen que es. Y entonces, cuando ven a un personaje, se les parece a un tío, y hay una señora que es exactamente igual a una señora que ellos conocieron cuando eran niños o que conocieron la semana pasada. Y en esa forma van pegando caras y van pegando lugares y ellos reconstruyen la novela dentro de su imaginación y hacen una novela para ellos. Ahora, en cine eso no se puede. Porque en cine la cara es la cara que tú estás viendo, la imagen es de tal manera impositiva que tú no tienes escapatoria, no te deja la mínima posibilidad de creación porque te está diciendo todo como es, con una plasticidad, una perentoriedad que no te escapas”.
Debieron pasar cinco años tras su fallecimiento para que Rodrigo García Barcha (1959) y Gonzalo García Barcha (1964), los hijos que había tenido con su esposa Mercedes Barcha (1932-2020), vendieran los derechos a la plataforma de transmisión digital estadounidense Netflix. La adaptación televisiva se estrenó en 2024 con la dirección de la colombiana Laura Mora (1981) y el argentino Alex García López (1980), con un guion escrito por el puertorriqueño José Rivera (1955) junto a los colombianos Natalia Santa (1977), Camila Brugés (1982) y Alberto González (1976).
Sobre la relación del gran escritor colombiano con el cine se han publicado numerosos artículos en revistas como “Estudios de literatura colombiana”, “Rassegna iberistica” y “Secuencias. Revista de historia del cine” por citar sólo algunas, además de varios ensayos, entre ellos “Gabriel García Márquez and the cinema. Life and works” (Gabriel García Márquez y el cine. Vida y obras) del escritor y docente argentino radicado en Estados Unidos Pablo Brescia (1968); “Los amores contrariados: García Márquez y el cine” de la docente e investigadora costarricense especializada en la historia del cine María Lourdes Cortés (1964); “Gabriel García Márquez y el cine. La formación de un espectador cinéfilo en Colombia (1927-1961)” del Doctor en Lenguas, Culturas y Sociedades Modernas colombiano Santiago Alarcón Tobón (1985), y “El cine según García Márquez” del periodista y crítico cinematográfico cubano Joel del Río (1963).
En este último, del Río -quien ha sido profesor de historia del cine y géneros cinematográficos en Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes de Cuba- escribió: “Cuatro años tenía Gabriel García Márquez cuando descubrió el cine, de la mano de su hermano Luis Enrique. En ‘Vivir para contarla’ se alude al terror provocado por la versión latina de ‘Drácula’, sobre todo en el momento en que el conde se disponía a hincar sus colmillos de vampiro en el cuello de la bella protagonista. A los once o doce años tuvo el permiso del padre para ir solo a la matiné de los domingos en el teatro Colombia, donde por primera vez se pasaban seriales con un episodio cada domingo, y se creaba una tensión que no permitía tener un instante de sosiego durante la semana”.
Reprodujo una frase de García Márquez en la que recordó aquella época: “‘La invasión de Mongo’ fue la primera epopeya interplanetaria que sólo pude reemplazar en mi corazón muchos años después con la ‘Odisea del espacio’ de Stanley Kubrick. Sin embargo, el cine argentino, con las películas de Carlos Gardel y Libertad Lamarque, terminó por derrotar a todos’”. En ese sentido, del Río mencionó otros ejemplos cinematográficos argentinos “en los cuales pueden rastrearse las huellas eminentes del realismo mágico, asentado por la literatura y el cine garcíamarquianos”. Y citó películas como “Tangos, el exilio de Gardel” y “Sur” de Fernando “Pino” Solanas (1936-2020), “Últimas imágenes del naufragio” y “El lado oscuro del corazón” de Eliseo Subiela (1944-2016) y “El viento se llevó lo que” de Alejandro Agresti (1961), además de varias otras de directores latinoamericanos que mostraron “realidades tan irracionales y personajes demenciales, consanguíneos con los Buendía de Macondo”.